Alberto golpea la puerta principal... aunque tiene poca paciencia, la curiosidad lo mantiene silencioso en la espera.
Josefa se sienta en el suelo al lado de la puerta.
Alberto decidió tararear su canción favorita para gastar tiempo mientras abren.
La habitación sigue ahí, mientras Josefa duerme y Alberto canta; la entretiene observar a dos personas, una a la espera de la otra; una durmiendo y otra pensando; en toda su magnitud y belleza; dá a la habitación la sensación de que es querida.
La habitación está sola hace mucho tiempo, su dueño la dejó deshabitada porque ella tenía muchos ratones, goteras, era oscura, y para colmo, no tenía muebles a causa de las termitas que se comieron su ropa.
Ella creía que nadie la quería y se sentía sola, por lo menos cuando la pareja de ancianos vivía ahí, ella se sentía perfumada, por esos litros de Colonia Inglesa que el anciano usaba; y por el aroma a chocolate caliente que la anciana hacía.
Josefa sigue dormida.
Alberto se acuesta en el césped e imagina que hay dentro de la habitación.
La habitación solía pensar en sus momentos escasos de esperanza, que las parejas que tenían barrera de las puertas entre ellas, se quedarían para siempre una vez que se encontraran, y que abrirían las ventanas y sacarían el polvo de su cuerpo. Ella soñaba con tener cortinas blancas, un mantel floreado, un aroma a margaritas y tulipanes, y un hermoso remolino ondulando sus aspas al viento.
Ya había caído el sol, Josefa ya había despertado, su vestido rosa reposaba en el césped, no estaba nerviosa; la habitación le producía seguridad.
Por su parte Alberto había sacado su libro y lo leía; tenía paciencia.
La habitación estaba ansiosa, tenía doble responsabilidad; ésta podría ser su oportunidad de "renovación interior"; y también podría contribuir en una unión amorosa de una pareja, aunque no supiera qué se siente al amar a un par; la habitación no se podía mover para caminar y conocer pares.
Por ello, "habitación" intentó con todas sus fuerzas abrir sus piernas, ya que no las abría hace tiempo y lo había olvidado. Habitación comenzó a esforzarse cada vez más, temía que Josefa y Alberto se fueran.
Por su fuerza logró abrir las ventanas, un rayo de luna plateada invadió la habitación; Josefa y Alberto se extrañaron e intentaron mirar a través de la ventana para ver si había alguien, tenían una corazonada, pero una pared se interponía entre las ventanas.
La habitación se esforzaba cada vez más y nada le resultaba, hasta que decidió balancearse sigilosamente y corrío las cerraduras de las puertas.
Josefa estaba mirando una margarita que sobresalía del árbol acostada boca arriba en el césped, el ruido que hizo la puerta al abrirse sacó una sonrisa de sus labios.
Alberto dormitaba apoyado en la puerta lo que hizo que cayera bruscamente cuando ésta se abrió. Cuando esto ocurrió, Alberto miró con cuidado dentro de la habitación para ver que había sucedido.
Ambos entraron y cruzaron la habitación; y ahí fue cuando sucedió. Se vieron.
Josefa abrió sus ojos con sorpresa y soltó una risa nerviosa, Alberto se estremeció y lo único que atinó a hacer fue abrazarla.
Después de conversar toda una noche, se dieron cuenta de que estaban presentes en la vida del otro, pero no se veían; por lo que decidieron quedarse en la habitación para conocerse.
La habitación se esforzaba en parecer hogareña, atrapaba el calor para ser agradable, hacía brotar en su jardín las más diversas flores, y sonreía resplandeciendo sus altas paredes blancas.
Josefa y Alberto estaban muy a gusto, pero estaban angustiados por lo sucedido, y porque no tenían el coraje de decirse que se gustaban; Alberto todos los días cortaba una flor del camino, pero cuando llegaba a la habitación, la ponía en el florero (el cual estaba lleno), y saludaba amistosamente sin ningún acercamiento. Josefa todos los días preparaba sus mejores platos, pero cuando Alberto llegaba, Josefa decía "No había otra cosa".
Una noche Josefa preparó sus mejores manjares, pero como siempre, se arrepintió de decirle a Alberto que era especialmente para él; la habitación a la vez, estaba desesperada hasta que ideó un plan maestro. De un golpe cerró sus puertas a la vez, dejó a Josefa y a Alberto en la misma pieza, y cortó la luz para que nadie se intimidara.
Lo primero que Josefa y Alberto hicieron, fue abrazarse; y mientras ambos se estremecían notaron que no se querían soltar. "Habitación" saltaba de alegría por el primer acercamiento, lo que hizo que Josefa y Alberto se cayeran y explotaran en risas.
Habitación se estremecía, ¡Era tan cosquillosa!, y se alegraba por el segundo acercamiento.
Estuvieron entre "acercamientos" hasta que Alberto tomó del cuello a Josefa y la paralizó con un beso. Cuando terminaron ese segundo perpetuo, Josefa dijo entre risas: - He estado intentando tenerte por mucho tiempo, todos mis manjares son para ti, pero tenido miedo de decirte te amo. Alberto abrió los ojos y entre susurros le contestó: - Cada flor que hay en este jarrón es para ti, he tenido miedo, pero que no te quepa duda que este corazón bullicioso ría desesperado por tu resplandeciente sonrisa.
Los dos callaron y un segundo después cayeron en risas cariñosas.
"Habitación" encendía y apagaba las luces, encendió la radio a todo volumen y quitó una estrella del cielo, incrustándola en el techo de su cuerpo, lo que hacía que brillara como nunca.
Josefa y Alberto durmieron entre el deslumbro de la luz de la estrella, y al día siguiente abrieron las ventanas y llenaron a "Habitación" de muebles. "Habitación" sonreía y lloraba de emoción, por su bondad; la felicidad se apoderaba de su cuerpo; y ella a futuro vería a diez generaciones de Josefitas y Albertitos riendo y jugando en sus jardines cada vez más coloridos. Al fin lograron todos ser sinceros y felices a la vez.
2 comentarios:
Lindo, lindo tu cuento. Me encantó.
Muchos saludos ;)
Ariel
Cami que hermoso tu cuento, me mantuvo leyendolo hasta el final!!!
Escribes muy lindo, seguire viendo...todo es una novedad!!
Me siento como abriendo un regalo, y otro...y luego otro...Besitos
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