Esta es la historia de un cuadro solitario, lo digo denuevo en caso de que no lo hayan leído en el título antes.
No es que quiera decir que los cuadros son aburridos y feos, quizás esos cuadros llenos de formas como triángulos y colores descombinados sean un poco aburridos, pero a lo que voy es que este cuadro era muy hermoso, y la verdad es que todo vino de su creador, que cuando lo pintó estaba tan feliz por el nacimiento de su primer hijo que decidió rellenarlo con dos cosas: primeramente con un niño con los cabellos cobrizos, con los ojos muy profundamente castaños claros con un toque azulado, y con la mejor sonrisa que había existido jamás. La sonrisa era de pómulo a pómulo con unos labios tan encendidos como los cabellos de su dueño, y esa luminosidad que tenían aquellos ojos bicolores calzaba perfecta para acompañar la vida de esa boca curva, y la limpieza perfecta de esos dientes que se mostraban impetuosos.
Ese cuadro había vivido mostrando sus dientes y su sonrisa impecable por muchos años, la verdad es que el había vivido tanto como el niño en el que había sido inspirado ese cuadro. El pintor por cierto, mágicamente había dibujado el cuadro mientras la madre del niño estaba embarazada, y el niño cuando cumplió 12 años era realmente igual al cuadro. A todos les causaba gracia en la familia este hecho y lo comentaban cada vez que llegaba una visita a cenar o a tomar el té a la casa del autor, luego cuando el niño creció se quedó con él y seguía comentando la anécdota, hasta que ya cuando el niño se convirtió en adulto, la historia se había transformado, en un retrato que el pintor le había hecho cuando el tenía 12 años. El cuadro perdió el absoluto protagonismo, y a causa de eso y del tremendo dolor de mandíbula que sufría por estar sonriendo todo el tiempo, decidió poco a poco ir a achicando la boca hasta quedar en una cara totalmente seria, y hasta a veces, dormida.
Lo peor de todo, era que la gente ni se daba cuenta.
En una época el cuadro se decidió por imitar las caras de las personas que vivían en la casa, a ver si le daban bola y además también había pensado que si se daban cuenta de que el estaba vivo, y podía interactuar con todos ellos, le darían el mismo protagonismo que tenía antaño. Entonces analizó todas las caras... primero la cara de enojo que traía siempre la niñera abuela que tenían, siempre rabiando ya por lo hijos del niño que había sido igual a él, y también por sus mascotas correspondientes. La descartó de inmediato porque la abuela como ya era anciana, si el la imitaba y ella se daba cuenta y lo decía, todos la creerían loca y la internarían y todos saldrían perjudicados, el porque no recibiría la atención, y la abuela internada de loca.
Luego de eso, decidió mirar a los pequeñuelos, pensó que podría aplicar la misma teoría que con el primer niño y así ir haciéndolo hasta transformarse en una leyenda familiar. Pero habían dos cosas que lo complicaban: la primera era que los pequeñuelos eran castaños y la otra era que sus bocas no eran tan rojas. No se podía.
Ya casi se daba por vencido hasta que miró la cara del niño a quien había representado en el paño hacía muchos años, se dio cuenta de que se había convertido en un adulto y ahora ya no tenía la sonrisa de él, ahora lucía los ojos muy cerrados por el cansancio de la vida, la boca curva, pero para el otro lado, para el lado de abajo, se veía bastante triste, el personaje del cuadro decidió imitarlo, porque después de todo, uno era la esencia del otro.
Un día el niño del cuadro (que ya era adulto) pasó por el lado del cuadro y lo miró; primero pensó que estaba loco y esa sonrisa que tenía pegada en la mente era alucinación propia, luego cambió la cara a otra expresión y vio que el cuadro también la hizo. No podía creerlo ¡el cuadro hacía lo mismo que el! Ese hecho le produjo una sonrisa casi igual que la que tenía a los 12 años, se dió cuenta de que se pasaba la vida enojado y decidió todos los días ensayar un baile frente al espejo, además el ejercicio le daría energías y así podría abrir más los ojos!
El cuadro estaba cada vez más contento, ensayaba el baile con su gemelo y ya parecía ser que no necesitaba seguir imitando a nadie, porque tenía felicidad propia. Además el adulto del cuadro le había dado nuevamente el protagonismo que se merecía y lo había puesto en el salón de la cena para que todos lo contemplaran y vieran las peripecias de imitación que hacía a su gemelo.
Ya años después, cuando el cuadro era viejo, se dió cuenta de que su vida había tenido sentido gracias a la alegría que le dió a su gemelo en la adultez y que antes cuando era admirado sólo por la aparencia, no había hecho ningún aporte a la vida de nadie. Por lo que se esforzó y creó un brillante plan.
Pensó en aprender a hablar. El único problema era que los cuadros no emitían sonido. Eso si que fue complicado. Un día pensó mucho hasta que se percató de que era un dibujo, así que quizás si se quitaba un poco de tinta de su chaqueta morada, que nunca le gustó mucho, podría escribir lo que quería en su misma tela. El cuadro terminó en una casa de asilo de ancianos, alegrándoles la vida a ellos. De hecho cuando llegó se dió cuenta de que habían muchos cuadros y retratos más y organizó una fiesta de retratos, pero eso es otra historia.
FIN
1 comentario:
¡Que cuento tan bonito! Me gustó mucho lo del cuadro, pobrecito.
Ah por cierto soy BelovedShewolf sip? bye!!
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