Hay algunas obras donde se plantea un juego obligatorio pero entretenido, de parte del autor, quien nos sumerge en una incertidumbre acerca de qué es lo real, qué fue real, y qué es imaginario. Eso es lo que yo creo como “metaliteratura”. Hay otras definiciones más acertivas, resultado de un análisis quizás morfológico de la palabra: el prefijo meta, por lo general apunta a algo que está por sobre lo tratado, en un nivel superior. Así mismo como el “metalenguaje” apunta al lenguaje que habla del lenguaje, este concepto que se me hace un poco borroso como “metaliteratura”, podría definirse como la literatura que habla de la literatura. El siguiente paso según mi razonamiento es el comprobar si es que se da en “El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha”, lo cual creo que sucede, porque de hecho toda la narración parte en el momento en que el protagonista se desquicia de tanto leer y decide traer nuevamente la edad de oro a la vida. Hasta ahora he podido llegar de alguna manera al primer puerto de este análisis, lo siguiente es decir el porqué de todo ello.
Para poder hablar del Quijote como obra metaliteraria, creo que es pertinente referirme brevemente a la obra desde un paradigma más íntimo. Don Quijote para mí es un personaje que me produce mucho encanto, su nobleza me hace incluso ponerlo en un aspecto superior al del Cid Campeador, el cual me parecía el exponente ejemplar de la bondad por sobre todas las cosas en la Literatura Española. Eso me pasa también porque siempre el protagonista está apelando a la bondad, siempre está persistiendo en su fin, sin tomar en cuenta todo lo que pasa por intentar mejorar las cosas; y a pesar de ello Cervantes insiste en la crueldad de darle un final triste y doloroso a las hazañas que intenta el protagonista. Como otro aspecto personal que puedo decir, está el uso de una cierta técnica relacionada con lo grotesco para hacer más llevadero al lector y al mismo personaje las tristes experiencias que van viviendo, lo cual durante la lectura muchas veces me hizo reír, como una suerte de anestesia al dolor que sentía por el fracaso de Don Quijote.
Debido a la rabia que me produce Cervantes en insistir en la derrota de su propia creación, debo plantear algunas proposiciones: lo primero explícito en el aspecto metaliterario es el prólogo al lector, a quien falsamente pide con mucha humildad que lea su obra, en la cual lo único que me parece que hace es pisotear al pobre personaje a quien todos empezamos a querer. Ya al avanzar las páginas podemos encontrar los “elogios” que “se” realizaron a Don Quijote de la Mancha, lo cual nos muestra una confusión entre lo real y la ficción, y apela de manera tajante a este aspecto metaliterario. Ya entrando en la historia de mi preciado Don Quijote, el narrador, el autor, habla de “En un lugar de la mancha, cuyo nombre no quiero acordarme” y todo esto estaría dicho porque el autor no quiere acordarse de ese lugar porque habría pasado comisionado judicialmente por ahí, lo cual nuevamente apela al autor histórico en contraparte del autor personaje al mismo tiempo, jugando con los lectores y así creando un ambiente a ratos borroso para el lector.
Otro aspecto que me pareció metaliterario o relacionado con el juego realidad-ficción, fue lo que ocurría con todos los personajes que se relacionaban con Don Quijote, ya que la mayoría de ellos inicialmente al toparse con la gallardía del protagonista lo maltrataban, hasta que entendían la falta de cordura que tenía, donde entonces cambiaban la relación siendo más condescendientes con él. El ejemplo de esto es la relación de Maritormes con Don Quijote, ya que ella al saber que este hombre estaba fuera de su cordura, mostraba cierta compasión hacia el por ejemplo en el episodio donde Don Quijote se iba retirando de la venta sin pagar. Esa compasión que sucedía, también graficada con Dorotea al convertirse en la princesa Micomicona, y tratar a Don Quijote de manera agradecida por su labor salvadora, también muestra este juego ficción-realidad, porque así como el autor juega con la realidad desde la perspectiva creacionista, los personajes también lo hacen, creando dos historias paralelas, la real que ellos sabían cierta, y la que Don Quijote creía cierta.
La última característica presente en la obra, se divide en dos partes: los espacios de lucidez que tenía Don Quijote para saberse personaje o para saber que en algún momento sería un personaje narrado, y la movilidad de Sancho entre las diferentes realidades que describí en el párrafo anterior: lo que los personajes creían como verdadero, y lo que Don Quijote creía verdadero. El primer punto de movilidad de Don Quijote, es el hecho de que sabía que a los caballeros se les retrataba en obras, de hecho, las frecuentes alusiones a su personaje favorito: el Amadís de Gaula, eran por eso; él sabía que si hacía proezas exitosas, obtendría la inmortalidad, y claramente eso es bastante real, porque ya al tener un ejemplar de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha en la mano, le da la razón. Por otro lado está el movimiento siguiente: Don Quijote conocedor de su estado de personaje ficticio, y esto se ve manifiesto en el momento que Sancho le llama “El Caballero de la triste figura” y se siente contento de esto, y el mismo Don Quijote le dice que lo más probable es que al autor que está narrando esta historia, se le ocurrió llamarlo así y lo hizo a través de su boca, donde muestra un lapsus de lucidez tal que impresiona al lector. El último punto es la credibilidad que Sancho Panza le muestra a ratos a las batallas del personaje, como cuando estaba buscando la cabeza del gigante en la segunda venta, donde todos sabían que la batalla había sido lidiada contra un saco de vino, lo que le da un toque gracioso a la historia.
Como conclusión respecto a esta movilidad entre todo lo referente a la obra, los personajes ficticios como personajes ficticios de los personajes ficticios, el autor ficticio y el autor que es ficticio e histórico a la vez, el mismo personaje sabiéndose ficticio y real al mismo tiempo; me hace creer que la realidad es algo muy variable y debido a todas estar pruebas me atrevo a pensar qué tan consciente soy de la ficción y de la realidad como entidades separadas, y el pensar en eso me provoca un acertijo. Quizás deba creer que es una técnica del autor para mantenerme dentro de la obra detenida, observando como acaece todo al gran personaje Don Quijote de La Mancha, también como propuse antes está la pena que me invadió al ver (leer, qué percepción de lo real tangible me deja este libro) que este querido personaje está en un constante fracaso, o finalmente podríamos estar engañados de que debemos creer que toda la narración es una mentira a propósito de algo, quizás para sopesar la pena que produce. Me costó responder todas estas interrogantes, pero luego de meditarlo, al igual que ha sucedido con otros personajes como Homero, me puedo refugiar en el dicho que apunta a que Don Quijote puede ser real porque la gente cree en el.-
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