5 dic 2012

El viaje hacia el éxtasis en Herrera y Reissig.


En la antología de poetas vistos este semestre, uno de los más fascinantes por su capacidad de hacer florecer el éxtasis desde las instancias más naturales e iluminadas del mundo, es Julio Herrera y Reissig. El poeta uruguayo vive en una condición singular para los ideales de su época. Es, pues, de saber, que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso (que eran los más del año) se daba a leer libros de caballerías con tanta aficción y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza, y aun de la administración de su hacienda.[1] Una característica clave de este artista, es su exploración del mundo lograda a través de los textos con los que contaba, los cuales actuaban como verdaderas ventanas exploratorias.
En cuanto a la poesía de Herrera y Reissig, podemos observar tres aristas que al combinarse, promueven esta experiencia estética de sublimación; en primer lugar la consagración de las cosas, seguido de los toques eróticos sublimes en relación a los momentos que aparece en el poema; pero que a su vez actúan resonantemente en el lector y finalmente la adoración a la naturaleza. Dicho lo anterior, el presente texto analizará éstas tres aristas y sus relaciones en dos poemas: La noche y Galantería ingenua.
La noche

(1) La noche en la montaña mira con ojos viudos
(2) de cierva sin amparo que vela ante su cría;
(3) y como si asumieran un don de profecía,
(4) en un sueño inspirado hablan los campos rudos.

(5) Rayan el panorama, como espectros agudos,
(6) tres álamos en éxtasis... Un gallo desvaría,
(7) reloj de medianoche. La grave luna amplía
(8) las cosas, que se llenan de encantamientos mudos.

(9) El lago azul de sueño, que ni una sombra empaña,
(10) es como la conciencia pura de la montaña...
(11) A ras del agua tersa, que riza con su aliento,

(12) Albino, el pastor loco, quiere besar la luna.
(13) En la huerta sonámbula vibra un canto de cuna...
(14) Aúllan a los diablos los perros del convento.
En los primeros dos versos se caracteriza a la Luna, con mayúscula, como una mujer que protege durante la vigilia al campo. De esta forma la naturaleza toma la vida apasionada que Herrera y Reissig no pudo tomar, pero que a través de la proyección estética y la selección de palabras que significan cosas naturales y mundanas –que son por lo tanto espontáneas- les entrega el toque de pasión que anhela.
En los siguientes dos versos se observa la respuesta del campo, ferviente, hacia esta mujer entristecida y oscura. En este entramado de versos el poeta busca el eros en un elemento que ha caracterizado como melancólico, la viuda luna, oscura, silenciosa, en la angustia de la vigilia; la cual es arrancada ante este fervoroso y rudo campo.
El encuentro narrado entre el rudo campo y la noche viuda, no se da por sí solo sin otro elemento erotizante como lo son los espectros agudos; los álamos que presencian extasiados este mensaje del campo rudo. Estos dos versos son los que cargan al lector de la intención del poeta, ya que el encuentro no es sombrío ni callado, sino que es rudo y tiene el toque de perversión del voyerismo.
Entramada la luna en el interior de la madrugada –que siempre lleva a los amantes a secretos oscuros que no se dicen a la luz del día- cuando el reloj da las 12, esparce su reacción ante este encuentro, ilumina, sacraliza, encanta. En este punto del poema, ya consumado el éxtasis anterior, al salir al aire fresco de la sensación húmeda y acuosa, tomamos conciencia de la elección hecha por el hablante lírico, percibimos que sólo a través de las palabras escogidas, podemos dotar de sensualidad a elementos naturales y congraciados divinamente. Se vuelve salvaje aquello puro.
El ambiente que rodea el encuentro descrito, sigue el rumbo o los caminos optados por la luna viuda y el campo rudo, siendo los nuevos protagonistas la montaña y el lago, dibujando en la mente del lector la idea de unión de los amantes dentro de un continuo natural, ya que cuando estamos ante este paisaje vemos como si una misma línea fuera un momento montaña y un momento lago, tierra y agua; los elementos básicos para la fertilidad. Además de esta unión, el paisaje de la montaña con el lago unido, transparente, impacta al lector-espectador y le causa la sensación de que el mundo es bello, es único, y nos entrega su grandeza y frutos; y es en ese límite libertador entre lo bello y único, y lo sensual, donde el poeta pone su foco.
Finalmente, en la última estrofa, el foco vuelve a la noche, completando el ciclo natural día-noche; montaña-laguna; luna-campo; la imagen de los perros aullando en signo de melancolía; el convento, lo diabólico; lo natural y lo pagano.
En el poema Galantería ingenua, los elementos planteados al inicio; la idea de eros, la naturaleza y la consagración se observan de manera más evidente, debido a que no se necesita buscar la relación de las cosas de la naturaleza entre sí para encontrar el toque erótico, sin embargo siguen presentes en la ambientación de estas fantasías de un autor recluído en sí mismo, con los sentidos y las pasiones limitadas por una enfermedad al mayor símbolo de las pasiones y motor por tanto de sus líneas, el corazón.
Galantería antigua
(1)   A través de la bruma invernal y del limo,
(2) tras el hato, Fonoe cabra la senda terca;
(3) mas de pronto, un latido dícele que él se acerca...
(4) Y, en efecto, oye el silbo de Melampo su primo.


(5) A la llama, el coloquio busca sabroso arrimo;
(6) luego inundan sus fiebres en la miel de la alberca;
(7) hasta que la incitante fruta de ajena cerca
(8) les brinda la luz verde dulce de su racimo.

(9) Después ríen... ¡de nada! ¿para qué tendrán boca?
(10) Y por fin -Dios lo quiso- él, de espaldas la choca
(11) y la estriega y la burla, ya que Amor bien maltrata...

(12) Y ella en púdicas grimas, con dignidades tiernas
(13) de doncellez, se frunce el percal que recata
(14) la primicia insinuante de sus prósperas piernas...
En este poema, el hablante lírico nos entrega desde un inicio el panorama, mujer que presiente –la presunción, lo oculto y femenino- la llegada de su amado, el silbido en la bruma invernal, sutil y que es el llamado hacia el escenario de las pasiones.
Posteriormente tenemos la imagen del calor pasional a través del elemento que da la chispa de vida necesaria, y este a su vez es manifestado a través de un elemento cotidiano de la vida campestre, la llama; la llama de la vela, la llama del candil, la llama de la hoguera. Completando el cuadro lujurioso tenemos la miel, lo dulce y natural a la vez, la miel como elemento exótico, delicado, trabajado cuidadosamente. Esta dulzura no es una dulzura precipitada, es algo que se enternece con el calor, el primer momento del placer existente en el poema. La fruta entrega sus dones ante este calor; la mujer incitante se entrega brillante, fulgurosa.
La siguiente estrofa muestra el desenlace de este encuentro amoroso; la risa se hace presente y abunda, el éxtasis se manifiesta. El jugueteo continúa, un jugueteo rudo, maltratador, el deseo iracundo de felicidad y más risas. La mujer ante esto se muestra tímida, dando la imagen de la mujer que se desenfrena ante el placer, se deja guiar por sus deseos y cierra sus pétalos cuando vuelve en sí, sorprendida de lo que siente y por sobre todo de lo que desea, se viste, se vuelve una doncella; lo cual también es insinuado a través de la imagen de las piernas, las piernas que dan calor, las piernas que son el umbral de la pasión en estos encuentros silvestres, las piernas fruncidas por la tela característica de la vida campesina, el percal, cerrando así el erotizante poema.
Unas de las principales conclusiones extraídas de la lectura de Herrera y Reissig, es que siempre hay un viaje constante hacia el significado de las cosas. Sus poemas funcionan como obras de artes visuales donde el espectador se detiene y toma conciencia de los símbolos tomando en cuenta incluso sus colores para poder apreciar a totalidad el contenido de lo propuesto. Otra cosa que se muestra evidente es que en ambos poemas revisados, está la idea del placer en su máxima expresión de brusquedad, evidenciado en el campo rudo en el poema La noche y con el estregamiento  de los amantes luego del momento de placer en el poema Galantería antigua. Pareciera darse que el poeta llega a la máxima expresión de deseo, en la oferta de sensualidad hacia el lector, con matices de locura iracunda al momento de la consumación. Este detalle es el que lleva a poner la obra del uruguayo por sobre algún movimiento estético, ya que lo que prima son las sinrazones propias del ser humano, propias de Julio.



[1] La similitud de Herrera y Reissig con el personaje cervantino permite realizar este intertexto. (Fuente: http://www.donquijote.org/spanishlanguage/literature/library/quijote/quijote1.pdf , fecha de consulta 05-06-2012)

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