28 may 2014

Apego.

Me carga involucrarme con la gente sentimentalmente, pero me pasa siempre.

Es super penca porque pierdo mi libertad siempre en pos de querer a las personas bien. Tan bien que suele pasar que no importa si sufro, intento convencerme a mi misma que es hormonal y que después cambiaré de idea y cuando lo hago me trato de convencer a mi misma de que soy feliz queriendo a las personas que quiero.
Me he dicho tantas veces que mis estados de ánimo son hormonales que en verdad no sé si eso sea cierto o no. Ahora cuando pienso y escribo que no lo son, hay una voz en mi cabeza que dice que quizás sí.

No sé.

No es que quiera que la gente quiera de la misma forma que yo, pero tampoco quiero tener que estar descifrándolo y sacando puras conclusiones que finalmente son más que todo suposiciones. 

Es que hay un problema de trasfondo sobre actuar en la vida; no sé que cresta pasa, pero todos tenemos miedo de abrir nuestras emociones al resto. De hecho hay hartas gentes que lo único que hacen para poder lograr sus metas es echarle a perder la vida a otro, como si ese fuera el único camino. 

No, en realidad son dos caminos: le echo a perder la vida al otro porque me cae mal a punta de prejuicios -porque nunca me he acercado a esa persona a hablar humanamente- o si me involucro con el resto pero siempre tomando resguardos para no salir lastimado.

En verdad yo no quiero hacer eso, y aunque estratégicamente sea super sabio querer menos porque así uno no lo pasa mal, eso para mi no es querer, ni menos amar.

En verdad hoy es un día donde estoy decepcionada de la humanidad. Lo único que puedo hacer siguiendo de cierta forma la filosofía de poner la otra mejilla es seguir siendo incondicional para encontrar esa humanidad que aún va quedando en la gente. Si la gente quiere ser mala clase, no importa, hay que marcar precedente de actuar con buena fe; si la gente quiere temer, no importa, hay que querer incondicionalmente porque así uno cambia un milímetro del mundo. Quizás 1/10 de milímetro.


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