Mientras iba viajando veía como el cielo se transformaba, veía como las nubes pasaban de estar cargadas con agua a arrojar en la tierra que estaba muy cerca todas las gotas que contenían, las veía cambiar de color y veía como los árboles se tornaban de un verde oscuro a un verde vivo, a un verde más brillante, las hojas emitían una luz propia, cuando llegamos, los árboles estaban vivos y brillaban bajo la luz de la luna.
La ciudad al principio se veía silenciosa, pero no tardó mucho en cantar sus primeros acordes, donde las aldeas nómadas que habían llegado se cubrían de colores y ayudaban a la ciudad a seguir sus cánticos, lo hacían más intenso, y le ayudaban a la ciudad a esparcir ese sonido de fiesta a través de toda la ciudad.
Las tribus bailaban sin pudor, la primera sensación que me produjo fue cierto recelo por poder hacer todo lo que quería, bailar por la ciudad sin miedo, pero luego de poco tiempo ya estaba unida a la fiesta, era parte, era parte del sonido de los tambores que sonaban enérgicos, era parte del pandero que agregaba brillo a aquella melodía, y era parte de cada color de cada uno de los paños con los que nos cubríamos. Estábamos en el humedal y yo era parte de la alegría que hacía a la gente mirar para recibir un destello de color. Ya el día no era lo mismo y durante la noche la fiesta continuó, sentía que la música me seguía, de hecho, era gracioso porque yo amo la música y ya a ratos me cansaba! Todo era musical! Desde tomar una sopa, a tomar algún licor, siempre la música estaba acompañándome, acompañando a todos!
El segundo día en la ciudad de la música fue de historias. Encontré a un hombre que contaba las historias de una manera espectacular, un hombre que tenía un tono de voz que era infinito, las historias resonaban y resonaban en mi mente, contó una historia muy atractiva, una historia de laberintos y opciones que una mujer tenía que tomar... laberintos que cambiaban su centro, laberintos que hacían a la mujer tocar ciertos sentimientos muy poquito, y luego seguir buscando, seguir aprendiendo y conociendo todas las tonalidades de los sentimientos de las personas que trataba. Aún recuerdo el bajo tono de voz que usó al contar la historia, y el gusto a más que nos dejó a todas las que lo escuchamos narrar un relato breve, pero muy interesante. Ese momento no tuvo música, tuvo camino, y yo también tuve que contar un camino, un ritmo, y salió de mi una historia que yo hacía tiempo no recordaba, la historia era yo caminando hacia el lugar donde estaba el hombre que no cuidaba mi corazón. Yo era la mujer que volvía a pelear y a buscar una reconciliación, por un arrepentimiento de algo que no había hecho. La historia que conté me volvió gris durante el rato que la recordaba, y me volvió gris el rato en que la tuve que contar, ya no estaban los colores, pero no demoraron mucho en volver cuando empezamos a ver las historias que habían contado otros. Aprendí que me encantan las historias, y que definitivamente además de escribir todo lo fantástico que mi cabeza crea, tengo que aprender a contarlo, contar historias es algo que definitivamente tengo que aprender a hacer.
El día siguió y salimos todos desde el mundo de música y colores a un mundo diferente. Un mundo donde había gente que no conocía quizás las cosas como yo las estaba viviendo, sin vergüenza, pudiendo cantar y bailar y saltar todo lo que yo podía hacerlo. Desde ese momento tuve permiso desde el cielo para poder actuar para siempre así, sin miedo, boté lo que temía por completo, ya era poco, pero estar así, sin miedo por completo es lo mejor, que venga el dolor que venga, que venga la angustia, que venga el fracaso, no me importa, acá estoy yo para vivirlo!!
La experiencia en el lugar alejado de la música fue difícil, yo antes estaba en un grupo que hacía música todo el tiempo, y ahora entre todos, teníamos que hacerla. Logramos un poco hacerlo, pero fue difícil, mi mente sacó el dedo que juzga y me apuntó con crueldad para criticarme, y estuve triste un rato, pero luego ya nuevamente la música se encargó de alegrarme. Ahora mismo cuando cierro los ojos recuerdo que cuando vi a todos bailar, todo se fue, la vida era en ese momento, lo demás había pasado.
La noche fue confusa, fue corta, pero fue alegre, tuvimos una fiesta en la que la música seguía, fue gracioso porque cuando dijeron que teníamos una fiesta, yo realmente pensé que cual era la diferencia! Estaba en una fiesta desde que llegué!
El último día fue lo mejor, ya me sentía bien, ya estaba con el grupo cómoda, sentí que estábamos un poco tensos todos cuando llegamos, pero había pasado ya algún tiempo, y yo sentía que estábamos relajados, bien, aprendimos, y teníamos permiso para decir lo que quisiéramos. A pesar de que el día anterior había tenido un final de noche un poco mareado, desperté con todo el ánimo del mundo, y fui a aprender de la risa con una mujer que me dejó admirada. Recordé lo grotesco que había aprendido antes, y le di un sentido. Ella dijo que ella no era una columna recta, que no podía además intentar ser un movimiento fluido y uniforme, que ella era quiebres y por eso no podía intentar ser algo diferente, y que el ser quebrada era algo no aceptado por lo bello, pero le daba diferentes perspectivas y eso era mejor.
Luego de eso la visita a la ciudad de la música terminó. Pero ya la música no pertenecía a una ciudad, me pertenecía.
2 comentarios:
Pudiste haber hecho varios capítulos de esta historia... pero bien....
felicidades por lo artístico
Saludos
Andy
Oooh que bello!!! Me gusta tu estilo nostálgico y rítmico. Si lees el cuento de corrido es casi un andante musical :)
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