Sentía su mano cerca de la mía, íbamos de tomadas de la mano, caminando. La extraño mucho, siempre que ella viene a casa intento estar lo máximo posible con ella. La amo desde siempre pero desde ese día me mostró algo diferente. A la vuelta de la esquina venía el milagro, venía la emoción y el aprender muchas cosas. Lo siguiente fue una sucesión: una joven en el suelo, mi mamá corriendo para atenderla, yo pidiendo a Dios que la niña estuviera bien, afirmando la cartera y el chaleco de mamá, la gente mirando, una mancha de la sangre más roja que jamás vi, yo pensando en que si así me veía cuando tenía crisis... mi mamá gritando a todos que ayudaran a afirmar a la niña que había arriesgado su vida por salvar a una anciana irresponsable. Mi mamá salvando a la niña, yo atónita mirando cómo la vida puede pasar en un segundo.
Yo no sé escribir más que eso.
Pero ahora que lo reflexiono... los milagros se dan no sólo en cuentos de hadas.
Mi mamá ayudó.
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