1 jul 2013

Se puede determinar nada.

Los cuentos Hotel Mac Quice y El fundo “La Cantera” de Juan Emar, publicados en el libro Diez el año 1937, requieren de un tratamiento especial que va más allá de una negociación entre el lector y el objeto literario sobre una ficción en la que nos sumergiremos.
Es por esto que en el presente texto se realizará un ejercicio de inmersión, de una experiencia estética que intenta aproximarse a estos objetos artísticos que parecieran esconder un símbolo detrás del símbolo literario. Este abordaje requerirá en un inicio una caracterización del conjunto de Dos sitios, buscando en este espacio oscuro semejanzas y diferencias que se reflejan en ambos textos literarios; seguido de sus diferencias y finalmente con una caracterización de la experiencia estética en relación con lo mencionado en las reflexiones anteriores.
Desde lo más evidente, es necesario reiterar que esta colección de cuentos se divide en su sumario en diferentes grupos de ‘objetos’, y ambos textos se encuentran en un solo grupo de este grupo mayor tal como fue comentado en el párrafo anterior: Dos sitios, primera semejanza.
La segunda semejanza, se puede establecer desde un carácter estructural; ambas obras cuentan con un narrador protagonista, lo que desde este ejercicio subjetivo se podría considerar un recurso que nos muestra un mundo meta simbólico, no sólo las descripciones del ambiente físico y psicológico que se superponen con personajes apareciendo y desapareciendo como granos de arena con el viento, también sensaciones y pensamientos del protagonista que reflexiona sobre lo que lo circunda que tal como se menciona en Hotel Mac Quice, tiene una vida propia donde el personaje avanza y el escenario retrocede, todo en un movimiento contínuo:
Pero volvamos a nuestro modo de andar. Ya que lo comparé con el movimiento de un péndulo, debo advertir que este péndulo se movería, conrelación a nuestros cuerpos, de atrás hacia adelante, es decir en el sentido de neustra marcha, de ningún modo de un lado hacia otro, de ningún modo un balance, en fin, de ningún modo como un ave que se aleja por las piedras.[1]
Este movimiento profunda y redundantemente descrito en el primer cuento, nos grafica una percepción desde esta lectura que se mantiene en ambas historias de forma paralela; a través del viaje estático y errante en El hotel Mac Quice, y este viaje que circunda una realidad que no se proyecta desde un más allá aparte del lugar donde se desarrolla en El fundo “La Cantera”.
Por otra parte, un matiz leído que se puede relacionar con el tan tratado tema de la estética del absurdo es la percepción de una ironía constante en el tratado de las descripciones del espacio físico que se podrían considerar un guiño al naturalismo, movimiento que predominó en nuestra estética literaria chilena por largos años. En este dúo, lo que más lo explicita es este párrafo de El fundo “La Cantera”.
Detalles mayores yo, por mi parte, no puedo dar.
Sin embargo:
La propiedad mide 849 cuadras cuadradas, de las cuales 208 son de rico migajón y de riego natural, 33 de riego artificial, 191 de faldeos suaves aptos para la crianza [...]
Todo eso tiene el fundo La Cantera.[2]

Este párrafo, que se inserta en el texto como una especie de canción que empieza y termina de la misma forma, le otorgaría a la obra un matiz absurdo, de burla, pero que sin embargo al serlo en combinación con un autor que se inserta en una vanguardia que no sigue el patrón estético impuesto, indicaría un reconocimiento de las obras existentes antes de ésta misma, lo cual se repite en el cuento hermano, quedando delimitadas las semejanzas que se encuentran en este ejercicio.
Pasando al siguiente momento de esta reflexión, intentemos delimitar ciertas particularidades de cada objeto literario en sí, iniciando con El hotel Mac Quice, cuento en el cual se encontraría una multisemiosis oculta a través de la evocación de diferentes colores y sensaciones de manera continua, lo que también se va uniendo al hilo conductor de la obra.
Inicialmente encontramos la descripción del paso de dos esposos de salida del Hotel Mac Quice, el sitio que se construye como el protagonista, que podría acercar esta obra de arte a la terrenal estructura de texto narrativo de espacio. Este espacio se ve pomposo, sin sentido, que nos muestra tonalidades relacionadas estéticamente a la realeza y divinidad y que como lector nunca se logra comprender si es que esto forma parte de un absurdo vacío y verídico, o si se está leyendo de forma ingenua algo simbólico que va mucho más allá que esta primera lectura.
Al momento de salir del hotel, todo se vuelve color grisáceo, el foco de ese momento es la búsqueda del destino del hombre al que seguía, lo que se explicita, al volver al destino, se leía el letrero del hotel. Quizás si se fijaba en su alrededor y no en las guías, podría cambiar el rumbo.[3]
Este momento grafica lo dicho anteriormente respecto a este juego de colores o más bien de luces y sombras de la obra, lo cual incluso se podría leer de forma paralela: luces y colorido, protagonista atento a lo que lo circunda; grisáceo, el protagonista atento a una situación que lo impulsa en un eterno vaivén donde no hay afán aparte del de seguir divagando entre las líneas y entre las calles decoloradas descritas en el paisaje.
Estos recursos, sumergen al lector, el cual sigue junto con el protagonista este hombre misterioso olvidando todo, olvidando que lleva más de cincuenta vueltas iguales, olvidando de forma voluntaria todas las pertenencias dejadas en la habitación, y decidiendo de forma consciente seguir errático, decisión compartida con el lector que no siente entender cuál es el juego en este texto.
Lo que tres veces repetido resultaba magnífico-al menos para mi gusto-, repetido así, diez, quince y veinte veces, resultaba de un absurdo intolerable.[4]
Así vemos cómo se delibera a continuar, quizás este es el absurdo o el engaño al lector en este primer cuento.
Pasando a El fundo de “La Cantera”, una característica primordial que quizás se intenta o persigue percibir es una especie de guiño a novelas criollistas como Montaña Adentro de Brunet, lo cual se grafica de forma muy breve en el siguiente pasaje:
Yo, al llegar a dicho fundo (abril 1.o de 1935; 6 y 20 p.m.), no té que algo más tenía: una marcada molestia.[5]
Como vemos, en este pasaje breve y maquillado de datos que opacan esto, volvemos a ver un reconocimiento de la tradición literaria chilena, quizás sólo como un intento, dado que es fundamental aclarar cada vez que se pueda que este es un intento de aproximación, una lectura subjetiva y simbólica porque quizás nunca se pueda saber, incluso si el autor reflexionara sobre su texto, si es que es un símbolo sin sentido o un símbolo que simboliza otro signo.
Otra característica de esta obra –que también se presenta en el cuento anterior pero no es lo que más resalta- es un intertexto contínuo, que tiene un momento absurdo y esplendoroso a la vez:
Ya arriba, miramos la desaparición del Sol. Al desaparecer, Longotoma se descubrió y, alzando la chistera, exclamó:
-1, 2, 3, 4, 5, 6 - 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1.
Y se cubrió y se calló.
Entonces Ocoa hizo igual gesto y dijo:
-Do, re, mi, fa, sol, la, si, do - si, la, sol, fa, mi, re, do.
Y se cubrió y se calló.
Entonces yo, imitándolos, pronuncié:
-A, B, C, D, E, F, G - G, F, E, D, C, B, A.
Y me cubrí y me callé.[6]

En este breve pasaje aparentemente sin sentido, surge una gran interrogante que es irrevocablemente necesario hacerse: ¿por qué el personaje protagónico decide utilizar el abecedario para imitar a sus compañeros?, la cual indudablemente no se responderá ahora si es que acaso es posible hacerlo, pero que también nos llevan a detener la lectura y pensar en lo simbólico de los otros personajes y sus respectivas disciplinas.
Otro nivel de intertexto que se puede apreciar en esta obra y que también cumple un rol simbólico según esta lectura, son las citas a Vidas Paralelas de Plutarco y Petite suite de Debussy, de las cuales recogiendo la obra literaria podemos pensar en el paralelismo y perspectiva que tiene el autor para narrarse a sí mismo según la imagen de alguien que se abalanza sobre una pecera con impulso suficiente para llegar hacia lo más profundo, abrir los ojos y mirar rápidamente un panorama incierto y penetrante, y posteriormente la resistencia del agua hace subir al individuo, tal como ocurre en el cuento volviendo al lugar de referencias superficiales, quizás por una técnica absurda, o quizás porque ni el mismo protagonista comprende que le sucedió en el fundo.
Para concluir, y ahondando aún más en la idea de intento de meditación ante esta experiencia lectora –ya que ni siquiera se puede tener claro si se comprendió esta simbología- tenemos dos caminos a seguir, inicialmente encontrarle lo absurdo o evidente a la obra y permanecer con esto, o quizás buscar infinitas fuentes filosóficas que nos permitan acaso creer el logro de desnudar estos cuentos por completo, aprehenderlos, y desarrollar un pensamiento que sea circular, que termine en sí mismo. Este intento es aún más absurdo que el estilo narrativo del autor, debido a que simplemente si nos acercamos a las obras sin otras fuentes o preguntas, se produce una reflexión como esta, que no se puede determinar cómo nada, menos como fecunda.


[1] 1937, Juan Emar, Diez. El hotel Mac Quice.
[2] 1937, Juan Emar, Diez. El fundo “La Cantera”.
[3] 1937, Juan Emar, Diez. El hotel Mac Quice.
[4] Ibidem.
[5] 1937, Juan Emar, Diez. El fundo “La Cantera”.
[6] Ibidem.

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