Los
cuentos Hotel Mac Quice y El fundo “La Cantera” de Juan Emar,
publicados en el libro Diez el año
1937, requieren de un tratamiento especial que va más allá de una negociación
entre el lector y el objeto literario sobre una ficción en la que nos
sumergiremos.
Es
por esto que en el presente texto se realizará un ejercicio de inmersión, de
una experiencia estética que intenta aproximarse a estos objetos artísticos que
parecieran esconder un símbolo detrás del símbolo literario. Este abordaje
requerirá en un inicio una caracterización del conjunto de Dos sitios, buscando en este espacio oscuro semejanzas y
diferencias que se reflejan en ambos textos literarios; seguido de sus
diferencias y finalmente con una caracterización de la experiencia estética en
relación con lo mencionado en las reflexiones anteriores.
Desde
lo más evidente, es necesario reiterar que esta colección de cuentos se divide
en su sumario en diferentes grupos de ‘objetos’, y ambos textos se encuentran
en un solo grupo de este grupo mayor tal como fue comentado en el párrafo
anterior: Dos sitios, primera
semejanza.
La
segunda semejanza, se puede establecer desde un carácter estructural; ambas
obras cuentan con un narrador protagonista, lo que desde este ejercicio
subjetivo se podría considerar un recurso que nos muestra un mundo meta
simbólico, no sólo las descripciones del ambiente físico y psicológico que se
superponen con personajes apareciendo y desapareciendo como granos de arena con
el viento, también sensaciones y pensamientos del protagonista que reflexiona
sobre lo que lo circunda que tal como se menciona en Hotel Mac Quice, tiene una vida propia donde el personaje avanza y
el escenario retrocede, todo en un movimiento contínuo:
Pero
volvamos a nuestro modo de andar. Ya que lo comparé con el movimiento de un
péndulo, debo advertir que este péndulo se movería, conrelación a nuestros
cuerpos, de atrás hacia adelante, es decir en el sentido de neustra marcha, de
ningún modo de un lado hacia otro, de ningún modo un balance, en fin, de ningún
modo como un ave que se aleja por las piedras.[1]
Este
movimiento profunda y redundantemente descrito en el primer cuento, nos grafica
una percepción desde esta lectura que se mantiene en ambas historias de forma
paralela; a través del viaje estático y errante en El hotel Mac Quice, y este viaje que circunda una realidad que no
se proyecta desde un más allá aparte del lugar donde se desarrolla en El fundo “La Cantera”.
Por
otra parte, un matiz leído que se puede relacionar con el tan tratado tema de
la estética del absurdo es la percepción de una ironía constante en el tratado
de las descripciones del espacio físico que se podrían considerar un guiño al
naturalismo, movimiento que predominó en nuestra estética literaria chilena por
largos años. En este dúo, lo que más lo explicita es este párrafo de El fundo “La Cantera”.
Detalles mayores yo,
por mi parte, no puedo dar.
Sin embargo:
La propiedad mide
849 cuadras cuadradas, de las cuales 208 son de rico migajón y de riego
natural, 33 de riego artificial, 191 de faldeos suaves aptos para la crianza
[...]
Todo eso tiene el
fundo La Cantera.[2]
Este
párrafo, que se inserta en el texto como una especie de canción que empieza y
termina de la misma forma, le otorgaría a la obra un matiz absurdo, de burla,
pero que sin embargo al serlo en combinación con un autor que se inserta en una
vanguardia que no sigue el patrón estético impuesto, indicaría un
reconocimiento de las obras existentes antes de ésta misma, lo cual se repite
en el cuento hermano, quedando delimitadas las semejanzas que se encuentran en
este ejercicio.
Pasando
al siguiente momento de esta reflexión, intentemos delimitar ciertas
particularidades de cada objeto literario en sí, iniciando con El hotel Mac Quice, cuento en el cual se
encontraría una multisemiosis oculta a través de la evocación de diferentes
colores y sensaciones de manera continua, lo que también se va uniendo al hilo
conductor de la obra.
Inicialmente
encontramos la descripción del paso de dos esposos de salida del Hotel Mac Quice, el sitio que se construye como el protagonista, que podría acercar
esta obra de arte a la terrenal estructura de texto narrativo de espacio. Este
espacio se ve pomposo, sin sentido, que nos muestra tonalidades relacionadas
estéticamente a la realeza y divinidad y que como lector nunca se logra
comprender si es que esto forma parte de un absurdo vacío y verídico, o si se
está leyendo de forma ingenua algo simbólico que va mucho más allá que esta
primera lectura.
Al momento de salir del hotel, todo se vuelve
color grisáceo, el foco de ese momento es la búsqueda del destino del hombre al
que seguía, lo que se explicita, al volver al destino, se leía el letrero del
hotel. Quizás si se fijaba en su alrededor y no en las guías, podría cambiar el
rumbo.[3]
Este
momento grafica lo dicho anteriormente respecto a este juego de colores o más
bien de luces y sombras de la obra, lo cual incluso se podría leer de forma
paralela: luces y colorido, protagonista atento a lo que lo circunda; grisáceo,
el protagonista atento a una situación que lo impulsa en un eterno vaivén donde
no hay afán aparte del de seguir divagando entre las líneas y entre las calles
decoloradas descritas en el paisaje.
Estos
recursos, sumergen al lector, el cual sigue junto con el protagonista este
hombre misterioso olvidando todo, olvidando que lleva más de cincuenta vueltas
iguales, olvidando de forma voluntaria todas las pertenencias dejadas en la
habitación, y decidiendo de forma consciente seguir errático, decisión
compartida con el lector que no siente entender cuál es el juego en este texto.
Lo
que tres veces repetido resultaba magnífico-al menos para mi gusto-, repetido
así, diez, quince y veinte veces, resultaba de un absurdo intolerable.[4]
Así
vemos cómo se delibera a continuar, quizás este es el absurdo o el engaño al
lector en este primer cuento.
Pasando
a El fundo de “La Cantera”, una característica
primordial que quizás se intenta o persigue percibir es una especie de guiño a
novelas criollistas como Montaña Adentro
de Brunet, lo cual se grafica de forma muy breve en el siguiente pasaje:
Yo,
al llegar a dicho fundo (abril 1.o de 1935; 6 y 20 p.m.), no té que algo más
tenía: una marcada molestia.[5]
Como
vemos, en este pasaje breve y maquillado de datos que opacan esto, volvemos a
ver un reconocimiento de la tradición literaria chilena, quizás sólo como un
intento, dado que es fundamental aclarar cada vez que se pueda que este es un
intento de aproximación, una lectura subjetiva y simbólica porque quizás nunca
se pueda saber, incluso si el autor reflexionara sobre su texto, si es que es
un símbolo sin sentido o un símbolo que simboliza otro signo.
Otra
característica de esta obra –que también se presenta en el cuento anterior pero
no es lo que más resalta- es un intertexto contínuo, que tiene un momento
absurdo y esplendoroso a la vez:
Ya arriba, miramos la desaparición del Sol. Al desaparecer, Longotoma
se descubrió y, alzando la chistera, exclamó:
-1, 2, 3, 4, 5, 6 - 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1.
Y se cubrió y se calló.
Entonces Ocoa hizo igual gesto y dijo:
-Do, re, mi, fa, sol, la, si, do - si, la, sol, fa, mi, re, do.
Y se cubrió y se calló.
Entonces yo, imitándolos, pronuncié:
-A, B, C, D, E, F, G - G, F, E, D, C, B, A.
Y me cubrí y me callé.[6]
-1, 2, 3, 4, 5, 6 - 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1.
Y se cubrió y se calló.
Entonces Ocoa hizo igual gesto y dijo:
-Do, re, mi, fa, sol, la, si, do - si, la, sol, fa, mi, re, do.
Y se cubrió y se calló.
Entonces yo, imitándolos, pronuncié:
-A, B, C, D, E, F, G - G, F, E, D, C, B, A.
Y me cubrí y me callé.[6]
En
este breve pasaje aparentemente sin sentido, surge una gran interrogante que es
irrevocablemente necesario hacerse: ¿por qué el personaje protagónico decide
utilizar el abecedario para imitar a sus compañeros?, la cual indudablemente no
se responderá ahora si es que acaso es posible hacerlo, pero que también nos
llevan a detener la lectura y pensar en lo simbólico de los otros personajes y
sus respectivas disciplinas.
Otro
nivel de intertexto que se puede apreciar en esta obra y que también cumple un
rol simbólico según esta lectura, son las citas a Vidas Paralelas de Plutarco y Petite
suite de Debussy, de las cuales recogiendo la obra literaria podemos pensar
en el paralelismo y perspectiva que tiene el autor para narrarse a sí mismo
según la imagen de alguien que se abalanza sobre una pecera con impulso
suficiente para llegar hacia lo más profundo, abrir los ojos y mirar
rápidamente un panorama incierto y penetrante, y posteriormente la resistencia
del agua hace subir al individuo, tal como ocurre en el cuento volviendo al
lugar de referencias superficiales, quizás por una técnica absurda, o quizás
porque ni el mismo protagonista comprende que le sucedió en el fundo.
Para
concluir, y ahondando aún más en la idea de intento de meditación ante esta
experiencia lectora –ya que ni siquiera se puede tener claro si se comprendió
esta simbología- tenemos dos caminos a seguir, inicialmente encontrarle lo
absurdo o evidente a la obra y permanecer con esto, o quizás buscar infinitas
fuentes filosóficas que nos permitan acaso creer el logro de desnudar estos
cuentos por completo, aprehenderlos, y desarrollar un pensamiento que sea
circular, que termine en sí mismo. Este intento es aún más absurdo que el
estilo narrativo del autor, debido a que simplemente si nos acercamos a las
obras sin otras fuentes o preguntas, se produce una reflexión como esta, que no
se puede determinar cómo nada, menos como fecunda.
[1]
1937, Juan Emar, Diez. El hotel Mac
Quice.
[2] 1937,
Juan Emar, Diez. El fundo “La Cantera”.
[3] 1937,
Juan Emar, Diez. El hotel Mac Quice.
[4] Ibidem.
[5] 1937,
Juan Emar, Diez. El fundo “La Cantera”.
[6] Ibidem.
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